—¡No seas impulsivo! —Julio Reed quería detenerla, pero Nelson ya había desaparecido a su lado.
—Esta mujer. —Él sacudió la cabeza sin poder hacer nada.
Pero justo entonces, ¡un escalofrío vino desde detrás de él!
¡Zumbido!
Julio Reed se hizo a un lado, y dos dardos pasaron volando, ¡casi rozando su cuerpo!
¡Clang! ¡Clang!
Los dardos golpearon el camino, chispeando dos veces.
—¡Vaya! ¡Este chico tiene buenos movimientos! —La noche negra como el carbón.
Dos enanos, sosteniendo puñales que titilaban con luz fría, miraban a Julio Reed con sonrisas en sus rostros.
En sus ojos,
un joven como él realmente no valía la pena.
Pero había dinero que ganar.
Solo un poco de diversión.
—¿Solo los dos? —Julio Reed entrecerró los ojos hacia ellos, con un atisbo de sonrisa apareciendo en sus labios.
—¿Querías más? —Lancelot, mostrando los dientes, dijo:
—En realidad, cualquiera de nosotros es más que suficiente para matarte.