—¡Me utilizaste! —exclamó furioso.
El rostro de Luciano Michael se volvió instantáneamente pálido. No había dardos dentro de la caja de armas ocultas.
—Ahora, sé quién puede sobrevivir —dijo Julio Reed señalando la caja de armas ocultas en el suelo—. ¡Aquí dentro, de hecho hay dardos!
Tan pronto como su voz cesó, Pan Moreno, que yacía en el suelo esperando la muerte, de repente saltó. En casi un instante, Pan Moreno tenía la caja en su poder. Sin palabras innecesarias, levantó la boca de la caja y apuntó a Luciano Michael. Activó el mecanismo. ¡Zumbido! La caja de armas ocultas sonó. Los ojos de Luciano Michael se abrieron de par en par. En el centro de su frente, apareció un enorme agujero de sangre. ¡Golpe! Hasta el momento en que cayó al suelo, nunca había imaginado que este sería su final. En su muerte, los ojos de Luciano Michael permanecieron abiertos.