—¿Qué pasa con Galileo Leopold y Darius Clark...
—Ellos lo han tocado, pero tú no. Si no te hubiera detenido hace un momento, a esta hora, serías un cadáver.
—Pero ¿por qué me sentí tan débil y mi corazón se aceleró justo ahora...
—Estrés excesivo, subida de adrenalina, una respuesta normal.
—Pero este Buda de jade siempre ha estado en mi oficina...
—Si no lo tocas, no te envenenarás.
—Pero tú acabas de tocar...
—Soy inmune a todos los venenos.
Julio Reed se volvió, mirando fríamente a Itai Huntington, que ya estaba sollozando y arruinando su maquillaje en el sofá —¿Todavía quieres maldecirme? Si no, me voy.
Después de hablar, se giró y fue a abrir la puerta de la oficina.
—¡Espera!
Al oír que estaba bien, Itai Huntington se levantó del sofá y, olvidando su habitual compostura de CEO, fue directamente a jalar a Julio Reed.
—Hay veneno en mi mano, tócala y estás muerto garantizado.