—Tome nota de la hora, solo tiene veinte minutos —dijo el oficial. Dentro de la Estación de Policía de Ciudad González, el oficial miró al vigoroso anciano que tenía enfrente y, tras completar el registro, hizo un gesto con la mano.
—Solo puede entrar una persona. Habiendo dejado el bolígrafo, detuvo a Pan Moreno que seguía detrás de Fabian Percival.
—Espera aquí por mí —Fabian Percival se giró y ordenó con voz profunda.
—Sí, señor Thorneycroft —Pan Moreno asintió, se dio la vuelta, dejó la estación de policía y esperó solo en el coche.
En ese momento, dentro de la sala de visitas, Elwood Thorneycroft lucía desmejorada, claramente no había dormido bien en toda la noche.
—Padre —al ver a Fabian Percival, esbozó una sonrisa amarga y miró con impotencia las frías esposas en sus manos.