—¿Qué demonios pasó? —Dentro de la Granja Baccarat, un hombre de mediana edad estaba jugando ajedrez con el dueño de la propiedad cuando de repente dos estruendos fuertes vinieron desde afuera.
—Ni idea —Un guardaespaldas respondió con voz baja.
—¡Zas! —El hombre de mediana edad se levantó bruscamente y le dio una bofetada en la cara—. ¡Inútil! ¿Para qué te pagamos? Date prisa y averígualo. Si algo sale mal, ¡la Señorita López te matará sin dejarte siquiera un lugar donde ser enterrado!
—¡Sí, Hermano Beaumont! —El guardaespaldas se cubrió la cara hinchada y se apresuró hacia la dirección de la puerta.
—Aquí hay cámaras de vigilancia —El dueño de la mansión agarró un control remoto cercano y presionó un botón en la televisión que estaba a corta distancia.
—¡Mierda! ¿Dónde está la puerta? —Al principio quedó atónito, luego se frotó los ojos—. Demonios. ¿Dónde está mi puerta de hierro que pesaba más de cien libras?