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Cinco minutos después, un BMW se estacionó frente al Hotel Sheraton.
—Sr. Reed, hola, soy el conductor enviado por la señorita Huntington.
Después de que la ventana del coche se bajó, el hombre dentro, que llevaba gafas de sol, habló.
—Muy bien.
Julio Reed directamente abrió la puerta y se sentó en el asiento del pasajero.
Detrás de él, había otros dos hombres, también con gafas de sol.
—¿Tanta gente? —preguntó Julio Reed, mirando por el espejo retrovisor con una sonrisa.
—Así es —respondió el conductor—. La señorita Huntington, para asegurar su seguridad, agregó más personal específicamente. Sr. Reed, ¿tiene alguna preocupación?
El conductor comenzó lentamente el vehículo mientras evaluaba incómodamente a Julio Reed.
Y las dos personas detrás de él estaban extremadamente nerviosas, sus manos constantemente posadas en sus cinturas.
—Nada, parece que a su señorita le caigo bastante bien, ¿eh! —bromeó Julio Reed con una risa.
