—¡Jadeo! —Los ojos de Aron Jackson estaban inyectados en sangre, y las comisuras de su boca empezaron a temblar.
—¡Ah! —Soltó un rugido, sujetando con furia la daga en su mano, mirando a Julio Reed frente a él. Se parecía a un león enfurecido.
—¡Te atreves a insultarme! —Habiendo asesinado durante décadas, ¿qué presa no se arrodillaba y rogaba por misericordia? Algunos estaban tan aterrorizados que les flaqueaban las piernas, y otros incluso perdían el control de su vejiga e intestinos. Pero hoy, su presa le escupió en la cara.
—¡Vas a pagar por tu ignorancia! —Tomando una profunda respiración, Aron Jackson sacó un pañuelo de su bolsillo y se limpió suavemente la cara y la frente. La mano que sostenía el pañuelo ya temblaba incontrolablemente.
—¡Ptui! —No bien había terminado de limpiarse cuando Julio Reed volvió a escupir en la cara de Aron Jackson.
—¡Estás cortejando a la muerte! —Los ojos de Aron Jackson se hincharon fieramente, y en ese momento desató toda su fuerza.