—Señorita, esa mujer tiene una boca sucia; ¡déjeme enseñarle una lección por usted! —dijo King Kong con voz profunda después de que el coche de Julio Reed se alejara.
Viuda, esta palabra era un dolor eterno para Quella Radcliffe.
¡También era la palabra que Quella Radcliffe más temía!
King Kong lo sabía muy bien.
¡Zas!
—¿Desde cuándo es tu turno para tomar decisiones por mí? —Quella Radcliffe lo abofeteó y miró a King Kong fríamente.
—¡Sí, señorita! —La cara de King Kong se ensombreció y bajó la cabeza.
—¡Ese hombre es muy capaz! En momentos como este, nos usamos mutuamente. ¿Qué beneficio nos trae pelearnos entre nosotros? —Un momento después, Quella Radcliffe respiró hondo y dijo.
—¿Quieres que Jennifer Lopez aproveche los beneficios sin esfuerzo? He sido paciente durante tantos años, y ahora tengo una buena oportunidad frente a mí. ¿No debería valorarla? —Ella miró a King Kong, su fiel servidor.
—¡Lo siento, señorita! —King Kong levantó la cabeza, sus puños apretados.