Cuando los expertos cruzaban espadas, quien perdiera la compostura primero era quien perdía la ventaja.
Sin embargo, cuando Julio Reed dijo esto, no era para enfurecer a Tate King.
Era una simple humillación.
Dado que la pelea había llegado justo a su puerta, lo correcto era deleitarse primero en algunos enfrentamientos verbales.
Insultar primero, luego proceder.
—¿Ves estos cuerpos en el suelo?
Tate King lentamente dio un paso adelante, su tercer mano sacando la espada larga de su espalda.
—Cometieron un error fatal, y tú acabas de cometer el mismo.
—¿Alguna última palabra? —Tate King de repente levantó la mirada, sus ojos desbordantes de intención asesina interminable.
—Ninguna, no soy de mucho hablar.
Julio Reed sacó su billetera y de ella, extrajo una tarjeta dorada, —Elige, hoy invito yo.
—¿Oh?
Tate King se sorprendió al principio, luego estalló en risas, —Joven, eres bastante cómico.
Los cuerpos yacían esparcidos entre los dos hombres.