Hamza pensó en el enorme agujero que quedó en la pared de Cielofuego, que fue abierto a golpes por el Destructor de la Secta en el momento de la aniquilación de Skyfire, destrozando los muros de la Sala Cielofuego que habían permanecido de pie durante cientos de años.
Más tarde, cuando Skyfire renació, el nuevo Jerarca de la Secta ordenó que esta pared se dejara como estaba para servir de advertencia a las generaciones futuras, recordándoles que siempre deben buscar venganza.
Ahora, el legendario enemigo estaba justo frente a él, y las emociones de Hamza eran como montar una montaña rusa, elevándose y desplomándose.
—Señor Reed, ¿no le teme a que yo pueda traicionarlo? Skyfire ha estado buscándolo durante décadas sin la menor pista. Si yo le digo al Jerarca de la Secta acerca de esto, ciertamente sería un gran logro y también limpiaría mi nombre —Hamza preguntó cautelosamente, realmente asombrado de que la otra parte fuera tan directa.