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—¡Ten más cuidado la próxima vez!
En una zona boscosa alrededor del perímetro de la villa de la Familia Leopold, Julio Reed estaba atendiendo las heridas de Lucan Davenport.
No hace mucho tiempo, los dardos voladores de Hamza habían salido disparados, uno de ellos golpeando a Lucan directamente en la pantorrilla.
Si Julio no hubiera llegado a tiempo, Lucan podría haber terminado muerto o capturado.
—Subestimé la situación —dijo Lucan con una sonrisa irónica, rascándose la cabeza avergonzado.
Se consideraba a sí mismo un maestro de la esgrima y a menudo se involucraba en empresas riesgosas.
Por ejemplo, esta vez, después de matar a los miembros de la secta que estaban en una misión, se había escondido silenciosamente en un árbol cercano para observar las consecuencias.
Pero no esperaba que el Santo Heredero, con su agudo sentido del olfato, detectara su presencia desde más de una docena de metros de distancia.
