—Yo también deseo morir, pero parece que aún no hay nadie capaz de matarme.
Frente a un formidable Guerrero Sombra, Julio Reed se situaba en medio del almacén, con ojos como los de un águila, mirando fijamente a su oponente.
—Si tienes las habilidades, entonces no me importaría morir. Desafortunadamente, el que va a morir hoy serás tú.
En ese momento, Julio Reed, habiendo quitado su camisa para vendar las heridas de Anna Harris, revelaba sus fuertes músculos del torso superior.
A pesar de que la iluminación dentro del almacén no era muy buena, Anna Harris, escondida dentro de un gabinete metálico, aún podía ver claramente a Julio Reed.
Era la primera vez que había presenciado músculos tan bien formados.
Anna Harris había vivido en el extranjero durante varios años y frecuentaba el gimnasio,
donde los hombres extranjeros tenían incluso músculos más grandes, pero parecían un poco demasiado voluminosos y les faltaba gracia.