Bajo la luz clara de la luna, varios Guerreros Sombra rodearon rápidamente a Julio Reed.
Este lugar estaba a cierta distancia del mercado nocturno, tan tranquilo que ni siquiera se podía oír el ruidoso jaleo de allí; claramente, habían venido preparados.
—Antes de mandarte al otro mundo, me gustaría hacer una pregunta.
Julio Reed se alisó los botones de los puños y preguntó con despreocupación:
—¿Quién os envía?
Cada vez que pensaba en sus enemigos, Julio Reed empezaba a sentir que le venía un dolor de cabeza. ¡Estas personas eran como moscas; aunque no podían morderle, eran muy molestas! No importaba a dónde fuera, siempre había alguien siguiéndolo.
—¡Bien, bueno! Hoy morirás sabiendo por qué —dijo el encargado.
Se acercó lentamente un hombre vestido de negro con la cara cubierta, cuya voz sugería que tenía unos cuarenta años. Era corpulento, exudando un aire de muerte; obviamente, había reclamado muchas vidas.
—¿Te acuerdas del Joven Maestro Jaxen Brandon, verdad?