Cuando Miguel Abbott terminó de hablar, todos lo miraron con expresiones extrañas.
Su identidad aún mostraba tal reverencia hacia Julio Reed.
Era como un subordinado mostrando humildad frente a su jefe.
—¡Vengan con su venganza en la Provincia de Cinco Ríos! —anunció—. Mejor si todos vienen al mismo tiempo, así puedo lidiar con ustedes de una vez por todas.
Julio Reed se levantó, miró alrededor y dijo:
—Solo tienes una oportunidad. No hay vuelta atrás una vez que hayas soltado una flecha. Si te has decidido, ¡adelante!
Después de estas palabras, abandonó la sala de conferencias con grandes zancadas.
Miguel Abbott y otros lo siguieron inmediatamente.
Nadie se atrevió a detenerlos, ¡este no era momento para juegos!
Si algo iba mal, ¡ninguno saldría con vida!
Maurice Yarrow suspiró aliviado al verlos dejar el edificio.
—Mi Grupo Tres Cuchillas está ocupado con negocios, ¡hablemos en otra ocasión! —dijo mientras se levantaba y salía de la sala de conferencias sin vacilar.