—¡Crac!
En un abrir y cerrar de ojos, Julio Reed se había abalanzado hacia adelante con la velocidad de una flecha y rápidamente quebró uno de los brazos de Carl.
Fue solo en el momento en que el sonido del hueso rompiéndose resonó que Carl se dio cuenta de que su brazo había sido roto.
En un instante, intensas oleadas de dolor no dejaban de llegar, haciendo que su cuerpo entero convulsionara incontrolablemente.
Pero siendo un matón bien conocido, Carl aun así apretó los dientes y aguantó el dolor.
Venas brotaron en su frente mientras el sudor frío le caía sin parar.
—¡Pídele disculpas! —Julio Reed lo miró indiferente, apretando su agarre una vez más.
—Ja... Imposible. Aunque yo... —¡Ah!
Carl nunca imaginó que después de haberse mezclado en esta vida hasta el día de hoy, se encontraría siendo amenazado por alguien.
Y el dolor insoportable le recordaba a cada momento que todo esto era real.
Si continuaba resistiéndose, era muy probable que su brazo entero quedara arruinado.