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—¿Señor Reed también conoce de medicina? —Al escuchar esta afirmación, el corazón de Miguel Abbott se agitó con turbulencia.
A lo largo de los años había hecho una cantidad considerable de dinero, pero el costo fue el sacrificio de su propia salud.
Cuando era más joven, no parecía importar mucho, pero a medida que envejecía, cada vez sentía más que su energía disminuía.
Especialmente estas enfermedades, que comenzaron a alcanzarlo lentamente.
Ya había visitado todos los principales hospitales y consultado a varios expertos, pero todos negaban con la cabeza y solo podían recetarle algunos medicamentos paliativos.
En los últimos años, su condición se había vuelto aún más grave, y Miguel Abbott se había despertado del dolor en sus sueños innumerables veces.
Ahora que había escuchado las palabras de Julio Reed, su corazón ya no podía permanecer tranquilo.