La noche oscura era infinita y el peligro acechaba en todas partes.
Medianoche.
Ciudad Gonzalez.
Julio Reed estaba sentado en el sofá, mirando el reloj de pared.
Parecía un poco distraído.
Aron Jackson estaba sentado frente a él.
Aron Jackson aún no se había recuperado del envenenamiento y se sentía algo débil.
En ese momento, con el rostro pálido, se recostó en el sofá, tomó una botella de Coca y la bebió de un trago.
—Eructo...
Disfrutaba enormemente de soltar un eructo después de que la bebida fría bajaba.
—Jefe, tú eres un maestro, puedes pasar un día y una noche sin dormir y estar bien. Pero yo, tu empleado, aún no me recupero del envenenamiento, me va a matar si sigo así...
Aron Jackson colocó la Coca en la mesa de café y miró el Rolex en su muñeca.
Ya eran las veinticuatro en punto.
Somnoliento.
—Ah...
No pudo evitar bostezar.
—Hablemos un poco más sobre el asunto de la carta de la última vez.
