Torre Titan.
Un rascacielos de cien pisos.
Julio Reed estaba sentado en la azotea, sintiendo la penetrante brisa primaveral contra su rostro.
A menudo se dice que en las alturas hace frío.
Pero dejó que el viento feroz azotara su ropa hasta hacerla ondear ruidosamente.
Y aún así, él permaneció impertérrito.
Habiendo ocupado durante mucho tiempo posiciones altas, se había acostumbrado a esos vientos fríos.
Abajo.
Innumerables edificios eran tan pequeños como hormigas.
Parecía que toda la Ciudad Gonzalez cabía bajo su vista.
En ese momento.
Dos juegos de pasos se acercaron lentamente.
—¡Está bastante frío aquí arriba! —exclamó Leopold Fairchild mientras tomaba el ascensor hacia el techo, apretando instintivamente su ropa sobre él.
Vio a un hombre sentado en el centro exacto del helipuerto.
—¿Ese es... el jefe? —entrecerró los ojos, evaluando cuidadosamente la figura.
Pero todo lo que pudo ver fue una silueta oscura.