De vuelta en la mansión de los Sui,
Los sollozos de Gracia llenaban el pasillo escasamente iluminado, su frágil cuerpo temblaba mientras los hombres la arrastraban hacia el coche en espera. La sangre del asalto de ayer todavía se adhería a su piel, un espantoso recordatorio de cuán lejos habían llegado las cosas. Su rostro, antes tan lleno de vida, ahora era una máscara de desesperación y terror, la realización de su destino se hacía más profunda a cada paso.
Kate observaba desde la puerta, sus ojos fríos y desprovistos de emoción. Al lado de ella, Nari estaba de pie, con una sonrisa jugueteando en sus labios mientras ambas se regodeaban en la impotencia de Gracia y el general, que estaba hundido y derrotado. Apenas había hablado desde la última ronda de golpizas, su mente nublada por los efectos posteriores de la crueldad de Nari. Su orgullosa estatura se había reducido a nada, una mera sombra del poderoso hombre que alguna vez había sido.