—Lo siento —Ariana se levantó de la cama—. No sabía que me había quedado dormida.
Nicolai la miraba a los ojos. Aunque Ari había matado a alguien, sus ojos todavía mostraban cierta calidez. Aún conservaba la inocencia y la elegancia en su ser. ¿Cómo? Nicolai no tenía idea.
Su madre una vez le había dicho que en el segundo en que una persona mataba a otra, perdía una parte de su alma. Que no importa cuán despiadado se volviera alguien, el acto de matar a alguien los arruinaría de más de una manera.
Incluso él estaba de acuerdo porque cuanto más gente mataba, más sentía Nicolai que se volvía más y más inhumano.
Sin embargo, había algo en Ari que era diferente al resto. A pesar de haber quitado una vida, ella seguía siendo la misma.
O bien tenía demasiada bondad y calidez
Sus ojos se oscurecieron mientras terminaba el pensamiento.
O esta era la única calidez y bondad que le quedaba en el corazón. Ella no podía perder más que eso.