—¿Así que la vas a dejar ir? —Lucius dijo mientras se paraba a mi lado.
Me quedé de pie y observé los coches escoltando al licántropo Noah, mi tío, y a Olivia hacia el aeropuerto. Estaba enojado. Enojado conmigo mismo, con Olivia por ilusionarme, y luego con mi tío Noé. No sabía si merecía estar tan enojado, pero algo no me cuadraba.
Un momento estaba amando apasionadamente a Olivia, y al siguiente, ella era la prometida de mi tío.
—¿A qué te refieres? —pregunté, girándome para enfrentar a Lucius, quien tenía una expresión oscura en su rostro.
—Olivia —él dijo sombríamente—, ¿vas a dejarla ir, así sin más? ¿Todo ese amor y las chispas que vi volar no significaron nada?
—Parece que sí —me encogí de hombros—. Ahora pertenece a él y a las chicas. Sonaba triste.
—¿No te parece extraño que el padre de sus hijos esté tan presente en su vida y ella se acueste con otro hombre? ¿Tiene sentido? —Lucius se mofó.