En la parte sur del Imperio Suru, en la ciudad de Telaz a las afueras del territorio del Clan Yamada, un joven de piel pálida se encontraba llevando a cabo una particular danza con su katana a plena luz de la luna. El clima era perfecto; la brisa soplaba con fuerza, moviendo su cabello negro como la noche misma. Cada paso, cada movimiento, era delicado como un poema andante, tenía una sutileza única sin perder la ferocidad de un guerrero; es una mezcla perfecta que cualquier artista teatral quisiera tener.
Dos guardias del Clan Yamada se dirigían hacía el pie de la montaña al encuentro de aquel joven que danzaba. —Maestro Kasil, veo la cabaña a lo lejos—, señaló con un dedo, —estamos llegando—, exclamó el guardia menor Danis.
Perdido en sus propios pensamientos o sin importarle mucho la llegada de sus visitantes inesperados, aquel joven pálido siguió danzando sin siquiera mirar de reojo a las personas que estaban a unos pocos pasos de él. Tal acto de desinterés hizo hervir la sangre del guardia menor Danis; extendió sus brazos abiertos gritándole —¡Bajamos hasta aquí para darte un mensaje del cabeza de familia y nos ignoras tan descaradamente!—. No hubo ni la mínima respuesta a su grito; él siguió sin inmutarse. Sintiéndose menospreciado, el guardia Danis intentó desenvainar su espada, acción que al instante mayor Kasir desestimó, estirando su mano hacía el mango de la espada de Danis, deteniendo a su menor en un instante —dejemos que él termine, Danis—.
De repente, el viento amainó sin explicación alguna. Se produjo un silencio y una calma, ese tipo de calma que solo se obtiene después de una tormenta. En ese momento, no sólo el guardia mayor Kasir lo sintió, sino también el guardia menor Danis, que quedó atónito en el momento, quedando atrapado en esos segundos que parecieron eternos.
Limpiándose el sudor de la frente y mirándolos con esos ojos carmesí distintivos del joven recogiendo su largo pelo, Retzu miró a los dos guardias y dijo —Kasir, ¿cuál fue el mensaje que me envió el patriarca?— Volviendo en sí, Kasir exclamó con gran voz, como si fuera un discurso
— "Tercer joven maestro Retzu, miembro legítimo del Clan Yamada del sur"—. Cuando esas palabras salieron de la boca de Kasir, se le pudo notar un disgusto en la cara de Retzu. Carraspeó Kasir continuando: —"Se le ha convocado a la fiesta anual de Naazora, donde asistirán las familias nobles del imperio y todos los guerreros o personas influyentes del reino. También se llevará a cabo una conmemoración a nuestros hermanos del clan Yamata del norte por la victoria en Dakos"—.
Después de ese escandaloso mensaje, se retiraron esos guardias, dejando a Retzu con mucho en qué pensar. Se sentó a la orilla del río, que estaba a unos pocos pasos de su choza, murmuró a su katana —Ésta será una noche larga—.
En un lugar remoto del imperio Suru.
Una habitación oscura, iluminada por la tenue luz de unas velas dispuestas estratégicamente alrededor de una gran mesa de madera. En ella, un grupo de individuos se sientan en silencio, con expresiones serias y miradas furtivas. En el centro de la mesa descansa un mapa detallado del territorio del Clan Yamada, marcado con puntos estratégicos y rutas de acceso.
El líder de la reunión, con voz grave y autoritaria, toma la palabra: "Escúchenme, hermanos y hermanas. Nos enfrentamos a una oportunidad única aprovecharemos su celebración para debilitar al Clan Yamada y reclamar lo que es nuestro por derecho. Pero debemos actuar con cautela y precisión"
un miembro se levanta con urgencia: "¡Escuché que el Clan Yamada está fortificando su posición en el Bosque de los Susurros! ¡Debemos actuar pronto antes de que sea demasiado tarde!"
El líder asiente con seriedad -Entonces iremos a darle una visita al clan Yamada- jajajajajajaja risa malociosa.