La Humillación de Russ salió de la Disformidad, renqueando levemente cómo si fuera un éxito olvidado en vez de una nave de guerra. Los emblemas e insignias de la nave habían sido sustituidos por efigies de cráneos gritando enmarcados en la estrella de ocho puntas, las heridas y daños eran visibles en toda su estructura pareciendo un milagro que siguiera de una pieza. Trajana estudió desde su trono de mando aquel sistema de cinco planetas a través del oculus de observación, mientras su cerebro absorbía los datos de las pantallas que la rodeaban. Sus Astartes permanecían en un silencio ansioso, deseosos de matar y vengarse en nombre de Malal, mientras comprobaban todos los sistemas y datos que recibían de los sensores. Decenas de naves destruidas y restos flotaban en el borde del sistema Caleris, extendiéndose hasta el cuarto planeta como un reguero de silenciosos cadáveres, mientras los restos de dos flotas imperiales se destrozaban sin piedad alrededor de aquel mundo. Sabía que no podían luchar directamente contra aquellas dos flotas, aun así Trajana tenía un plan en mente de cómo destruirlas, pero para eso tenían que llegar a la superficie de Caleris IV.
-Har'kan -Trajana llamó al antiguo Padre de Hierro de los Manos de Hierro, que salió de entre las sombras con paso tranquilo e hizo una reverencia. -¿Está operativa el sistema de teleportación de la nave?
-Sí, mi señora -Har'kan pronunció la respuesta con frialdad mecánica, mientras se quedaba en posición de firme ante su señora. -Puede desplazar a todos nuestros hermanos en el planeta sin peligro, solo necesitamos las coordenadas de destino.
-Perfecto -Trajana asintió complacida, mientras pulsaba un botón del trono y un haz de luz salió del techo de la sala de mando, mostrando una detallada imagen de su mundo objetivo. -Este es el mundo que hemos venido a rapiñar, Caleris IV. Conquistado por los Ultramarines durante la Gran Cruzada, socavado y robado por los Portadores de la Palabra, para luego volver a manos de los Ultramarines -sus palabras estaban marcadas por cierta malsana diversión por la situación de aquel patético mundo. -Ahora ambas Legiones pelean por los despojos de este mundo y asesinan a miles de sus habitantes por colaborar con sus enemigos -su mirada se endureció y se levantó del trono, caminando alrededor de la imagen holográfica y señalando con su mano derecha acorazada. -Nos infiltraremos en las ciudades controladas por ambas Legiones, alzaremos a la población contra ellos cómo distracción, solo para llegar aquí -Trajana señaló un punto específico del mapa, que tenía la marca de los Ultramarines y sonrió igual que un depredador. -El centro de control de las defensas planetarias y las activaremos, disparando contra las dos flotas a la vez.
-¿Eso no provocará una lluvia de restos sobre el planeta? -la pregunta salió de forma seca de los labios de Dorak, que estaba sentado ante uno de los escáneres del puente de mando. -¿Pero eso no volverá este mundo al mismo estado de la Era de los Conflictos?
-Sí, eso es lo que sucederá - Trajana asintió sonriendo cruelmente, mientras su mano acorazada acariciaba la deforme y mutada cabeza del Hacha del Pánico. -Lo dejaremos sumido en el caos y la anarquía total, un mundo que gritará agónicamente durante siglos el nombre de Malal.
Todos los Astartes se imaginaron en sus mentes aquel momento, el horror de dos flotas enteras arrasadas y la lluvia mortal de restos llover sobre las ciudades de aquel mundo. Un coro de risas crueles respondieron a Trajana y se levantó para ir a la sala del Teleportación, sabiendo que la nave pronto estaría oculta entre los restos de naves muertas y oculta a los ojos de sus enemigos. Avanzó por los silenciosos y apenas iluminados pasillos, seguida por casi todos sus guerreros hasta llegar a la enorme sala de Teleportación. Grandes máquinas y ordenadores iluminaban la estancia, arcos eléctricos saltaban de una bobina a otra, mientras figuras envueltas en hábitos oscuros preparaban los equipos para el inminente desplazamiento a Caleris IV. Trajana se paró en el centro de la sala, sobre una plataforma circular de plata pulida, y junto a ella Dorak, Lenial, Kortal, Vartus y Har'kan tomaron posiciones, formando un círculo de escolta. Los sacerdotes de Malal introdujeron en las computadoras el destino y activaron la teleportación, cientos de arcos eléctricos golpearon el techo de la estancia y crearon un agujero en la Disformidad, para luego desmaterializar a todos los Astartes y a Trajana, haciéndoles viajar por reinos de locura hasta materializarlos en el mundo objetivo.
Trajana avanzó en silencio por las oscuras y húmedas cloacas bajo la ciudad de Ultramaris, las ratas se escondían a su paso chillando y chapoteando en los charcos de desperdicios. Sus ojos modificados y los sentidos automatizados de su casco la dejaban ver en aquella negrura, buscaba a aquellos que se habían escondido de los Astartes de ambos bandos entre los desperdicios y mierda de la superficie. Trajana escuchó el susurro de los rezos de adoración y los gemidos de miedo resonando en los túneles, distorsionados por el cavernoso eco su procedencia y la distancia a la que se encontraban. Tras casi una hora vagando entre los ríos de desechos en la oscuridad, encontró el origen de las voces, oculta en la oscuridad de sombras observó en silencio. Había llegado tarde, los Portadores de la Palabra se habían adelantado y obligado a aquellos desgraciados a adorar a los cuatro dioses de la Disformidad. Media docena de Astartes de armaduras de rojo metálico con adornos de plata vigilaban a tres centenares de ciudadanos, en aquella enorme bóveda de altos techos y en la que confluían enormes tuberías metal herrumbrosas. Adoraban sin atreverse a alzarse del suelo, bajo la atenta mirada de los Astartes que sujetaban terribles látigos de ocho colas y azotaban a cualquiera que se atreviera a moverse. En el centro de la cámara se había montado un altar y un púlpito sobre la masa de tuberías, desde dónde daba un sermón fanático un capellán de los Portadores de la Palabra. Trajana observó a aquel Astarte, que llevaba sobre la servo-armadura una túnica monástica hecha de piel humana y tenía su pálido rostro tatuado con caracteres de Colchis. Sus ojos ardían de fanático odio y sujetaba un libro que parecía retorcer la realidad a su alrededor, aquel capellán estaba tocado por los dioses de la Disformidad.
Trajana desenfundó su Bólter y empuñó el Hacha del Pánico que se agitaba ansiosamente por causar la muerte entre los sirvientes de los Cuatro. Alzó su arma y el selector de objetivos de su casco marcó las seis cabezas de los legionarios de los Portadores de la Palabra, para luego disparar de forma metódica contra ellos. Los tres Astartes más cercanos cayeron derribados al suelo con la cabeza reventada, como si fueran enormes árboles talados sobre una docena de adoradores y aplastándolos bajo enorme masa. Avanzó entre la multitud de cuerpos temblorosos, que apestaban a suciedad, miedo y dolor, sin dejar de disparar contra sus enemigos y sintiendo los látigos golpear su acorazado cuerpo. El Capellán rugió furioso desde el púlpito, exhortando a la masa de adoradores a atacar al hereje enemigo que interrumpía su ritual oscuro. Cientos de manos intentaron agarrar a Trajana y detenerla para que fuera asesinada por sus oscuros amos, pero ella siguió avanzando sin detenerse, haciendo descender su hacha y segando vidas como si fueran espigas de trigo. Los legionarios la rodearon riéndose de forma cruel, sujetando sus látigos y blandiendo terribles cuchillos rituales en su otra mano, atacándola como una manada de lobos. Una maldición salió de la rejilla de voz del casco de Trajana, mientras esquivaba las cabezas engarfiadas de los látigos y paraba los ataques de los cuchillos con la hoja de su hacha, esperando su momento para devolver el ataque. Arrojó el Bólter descargado contra el rostro del Portador de la Palabra que tenía delante de ella, aprovechando que su enemigo bajó la guardia para esquivar el arma, se abalanzó sobre él e hizo descender el Hacha del Pánico sobre su cabeza, partiéndola en dos como si fuera un melón y haciendo que un chorro de sangre negra la bañara. Los otros dos Portadores se arrojaron sobre Trajana para apuñalarla, mientras se giró sobre sí misma cercenó la rodilla izquierda del primero de sus enemigos y le dio un rodillazo brutal en el casco al caer, rompiéndole todos los huesos del rostro. El siguiente detuvo el ataque del hacha con su cuchillo y la azotó con el pesado látigo, largos surcos aparecieron en la servo-armadura de ella, dejando salir aceite y sangre de ella. Trajana furibunda agarró el látigo al vuelo y tiró con fuerza, haciendo perder el equilibrio a su enemigo y cayendo de bruces al suelo. Sin desaprovechar aquella oportunidad, Trajana golpeó mutilándolo con el Hacha del Pánico y cercenándole las extremidades a la altura de los codos y las rodillas, se giró con tranquilidad absoluta y señaló al Capellán con su arma.
-Ven a morir siervo de los Cuatro -Trajana se quitó el casco y lo arrojó al suelo, dejando que viera su bello rostro pálido y marcado por venas negras, mientras le sonreía con odio cruel. -Te demostraré que mi Dios es el verdadero señor de la Disformidad y aullaras de terror su nombre por toda una eternidad.
-No sé cómo una mujer se ha vuelto una Astarte -las palabras del Capellán estaban cargadas de desprecio, su mirada ardía de fanatismo y odio hacia Trajana. -Te arrancaremos el alma y se la entregaremos a los Cuatro. Tu Dios es una simple entidad menor, que no se puede comparar con mis señores.
La armadura del Capellán se rompió y deformó, fusionándose con la carne de su cuerpo que creció descontrolado, dos enormes alas de murciélago salieron de su generador dorsal y sus manos se volvieron afiladas garras capaces de desgarrar un transporte Rhino como si estuviera hecho de papel maché. Sus pies acaban en pezuñas blindadas que dejaban marcas ardientes en las losas del suelo, su rostro se alargó y deformó, mostrando una enorme boca llena de dientes de tiburón y una masa de tentáculos ondeantes brotaron de su cabeza pelada, formando una deforme melena de carne. Trajana lo vio saltar desde el púlpito hacia su posición, recorriendo una distancia imposible incluso para un Astarte en un instante, obligándola a saltar hacia atrás para evitar ser aplastada por aquella fusión impía de carne, metal y demonio, que reventó el suelo con el brutal impacto. Soltando una risa demente, aquella abominación empezó atacar con sus afiladas garras para despedazar a su presa. Trajana retrocedía parando de forma desesperada cada golpe de garras de aquel ser, haciendo saltar regueros de chispas con cada impacto y sintiendo cómo sus huesos se entumecían del esfuerzo por mantener el ritmo. Los fieles gritaron de terror ante aquella visión o intentaban huir de aquel lugar, desesperados presos de la locura por aquella escena. El pecho del poseído capellán se hinchó, un momento antes de abrir su boca y desencajándola igual que una serpiente, arrojando una ola de fuego demoníaco de su interior. Un grito de dolor salió de los labios de Trajana al ser envuelta en aquel fuego inextinguible, que pareció extenderse con rapidez inusitada hasta hacerla desaparecer entre las llamas.
-Arde entre las llamas del Señor Cambio -dijo el Poseído, a la vez que se giraba para ver la escena de carnicería y locura en que se había convertido su capilla oscura. -Me has hecho perder mucho ganado y a mis hermanos, debían ser los primeros de los nuevo Gal Vorbak al servicio del gran Erebus.
-Mira como lloro de pena, patética criatura -respondió Trajana, saliendo de las llamas multicolores envuelta en humo. Su servo-armadura estaba ennegrecida por el fuego, la mitad de su rostro brillaba con las brutales quemaduras y su pelo humeaba, su aspecto la hacia parecer un espectro vengativo y alzó su Hacha del Pánico, señalando a su enemigo. -Me toca enseñarte el verdadero poder de un Dios, voy a destruir tu fe en los Cuatro y cuando termine suplicaras por una muerte rápida.
Las sombras de aquella enorme sala empezaron a danzar y de ellas emergieron criaturas oscuras. Eran demonios parecidos a enormes lobos bípedos, su pálido pelaje gris parecía dejar rastros de cenizas, dos pares de ojos rojos observaron hambrientos al Poseído y sus amplias bocas llenas de dientes afilados babearon ansiosas al lanzarse a la carga. El Poseído capellán miró a aquellas criaturas que se abalanzaban contra él y sintió el miedo del demonio que moraba en su interior, lanzando golpes y tajos contra aquellos lobos demoníacos de forma desesperada. Trajana se lanzó a la carga y saltó encima del Poseído, agarrándose al tentacular cabello y tiró con fuerza, mientras los demonios lobunos lo inmovilizaban para evitar que pudiera defenderse. Un terrible chillido de dolor y miedo salió de la garganta del Poseído, energía oscura envolvió a Trajana y empezó a arrancar al demonio del cuerpo del Capellán por la fuerza. El enorme cuerpo deformado vibraba y temblaba presa de espasmos violentos, mientras era arrancado de su interior el demonio por Trajana en un brutal exorcismo. Victoriosa se alzó sobre el caído cuerpo del Capellán, que volvía a recuperar su forma normal, pero con las marcas de la batalla física y espiritual visibles en su servo-armadura y carne. Una masa informe de tentáculos cubiertos totalmente de ojos y bocas se debatía bajo la férrea presa de la mano de Trajana, que miraba a aquel ser con desprecio y oscuro regocijo, saboreando el miedo reflejado en aquellos innumerables ojos antes de aplastarlo sin piedad.
-Los demonios de los Cuatro temerán mi nombre -proclamó Trajana, arrojando al suelo la masa muerta del demonio de Tzeentch y alzándose amenazadoramente sobre el capellán. -Renunciarás a tus Dioses, me servirás a mí y a Malal -colgó con delicadeza el Hacha de Pánico en su cinturón y con un solo gesto de su mano los demonios de Malal se apartaron de su presa. -No tienes opción, no te la daré y disfrutaré rompiendo tu alma y cuerpo hasta que aceptes mis designios.
Soltando una risa estridente y sensual, los ojos de Trajana rezumaron vapor negro al usar su poder. Las sombras se extendieron por el suelo de piedra y el capellán empezó a ser tragado en ellas, igual que un hombre hundiéndose en un mar de arenas movedizas hasta desaparecer en aquella oscuridad. Trajana sintió cómo su armadura empezaba a repararse sola, como si estuviera viva y las heridas de su rostro desaparecer, un halo oscuro de maldad enmarcó su cabeza en una retorcida parodia de santidad, mientras observaba a los demonios de Malal cazar a los ciudadanos adoradores supervivientes y devorar los cuerpos tanto de vivos como de muertos. Sabiendo que tenía tiempo suficiente para divertirse con su nuevo juguete, hasta que sus guerreros azuzaran a toda la población de aquel miserable mundo contra las dos legiones en guerra y ella desatará un apocalipsis digno de su señor Malal.