Viernes 30 de septiembre de 2022.
—¿Entonces hay chismes nuevos y buenos? —observo a mi mejor amiga sentada en el suelo de la sala de mi casa, ansiosa como si estuviera esperando el último episodio de su telenovela favorita.
Niego con la cabeza ante su pregunta y veo cómo su expresión se desinfla como un globo pinchado.
—Pensé que ya te habrías besado con el vecino de la casa de tu abuela —la miro de reojo y vuelvo mi vista al plato de galletas que coloqué en la mesa, como si ellas tuvieran la respuesta a la gran pregunta del universo.
—Pues aún no, y creo que jamás pasará —respondo mientras la veo tomar una galleta, negar con la cabeza y mirarme fijamente como si intentara leer mi mente.
—Yo, como tú, ya lo hubiera besado —dice, y por un momento me pregunto si ella tiene un manual secreto sobre cómo vivir la vida al máximo.
—Yo no soy tú, Alisson —le respondo de forma seca y veo cómo ella se entristece, eso me hace repensar la forma en la que contesté; ella es sensible como un flan en un día caluroso—. Disculpa, Ali, ¿cómo te fue a ti?
Veo cómo sus ojos brillan y corre hasta el sofá para sentarse a mi lado, con la emoción de un cachorro que ve una pelota.
—¡Genial! Me besé con tres chicos —me comenta emocionada mientras mueve sus manos como si estuviera preparándose para una maratón de aplausos; sonrío.
—¿Y lo emocionante? —le pregunto con un poco de burla, y ella me mira mal como si le hubiera dicho que los unicornios no existen.
—Solo lo dices porque nunca te has besado con alguien. Cuando lo hagas, verás que querrás besar a todo aquel que se te haga atractivo —dice como si estuviera cien por ciento segura de lo que afirma, y por un momento me pregunto si eso incluye a las estatuas del parque.
—No lo creo, nadie me hace caso o se me acerca —confieso, sintiendo la invisibilidad de un fantasma en una casa no embrujada.
—Con ese pelo morado...
—¿Qué tiene mi cabello? —me quejo indignada—. ¡Mi cabello morado es perfecto! —exclamo, defendiendo mi estilo como si fuera una obra de arte en el Louvre.
—Si tú lo dices —se burla mientras se levanta del sillón, y yo le tiro un cojín mientras la veo correr hacia la cocina para intentar esquivarlo, con la gracia de una gacela en patines.
—Agradece que no tengo fuerza para levantar el sofá y tirártelo —grito mientras la veo desaparecer como un ninja en una nube de humo.
Tomo asiento para coger mis galletas y veo que se ha llevado mi plato, perpetrando el robo del siglo.
Volteo los ojos y agarro mi celular. Abro Instagram y reviso las cosas que han subido las personas que sigo, aunque si sigo a 20 personas es mucho, ya que solo sigo a mi mejor amiga y a famosos; casi no tengo amigos, por no decir que no los tengo, como un ermitaño moderno.
Al ver a mi mejor amiga volver, toma su celular y se acuesta poniendo sus pies en mis piernas, como si fuera la reina de Egipto y yo su trono.
—¿Estás cómoda, bella? —le pregunto con sarcasmo. La veo asentir con una sonrisa en su cara, como si acabara de ganar un premio.
Luego de un rato viendo nuestras redes sociales y tomarnos fotos; una más loca que la anterior, ver películas y hacer karaoke con nuestras voces rompetímpanos, nos sentamos en el mueble y nos miramos, como si estuviéramos en un duelo del viejo oeste.
—¿Vamos al frente a ver qué hay nuevo? —propone, y yo asiento.
—No hay nada nuevo, pero vamos —digo, con la esperanza de que al menos las plantas hayan crecido un poco desde la última vez que miré.
Al abrir la puerta de la casa y salir, vemos a la señora Madison, nuestra vecina de 62 años que tanto para Alisson como para mí es como nuestra abuela. Y como siempre, no había nada nuevo, así que decidimos cruzar la calle para hablar con ella, como dos espías en una misión de alto secreto.
—Hola, señora Mad —decimos al mismo tiempo. La señora nos mira sonriente, como si fuera Gandalf y nos estuviera invitando a una aventura.
—Hola, chicas, las llamé con mi mente —comenta juguetona y nos guiña un ojo, como si fuera parte del club de magos.
—¿Por qué? ¿El señor Pepe ya la invitó a salir? —pregunto, ya que la señora Mad está conociendo a un señor y siempre nos habla de él a mí y a Alisson, como si fuera una novela en vivo.
—¿O quiere que yo se lo busque y lo traiga por los pelos? Y puede que no sea de la cabeza exactamente —escucho decir a mi mejor amiga mientras toma pose de molesta, como una superheroína lista para salvar el día.
La señora Mad y yo nos reímos. Alisson cada día saca algo nuevo, como una caja de sorpresas con patas.
—Aún no me ha invitado a salir —la señora Mad se ve triste mientras nos lo dice, pero luego sus ojos vuelven a brillar mientras nos mira-. Pero tengo una noticia para ustedes.
Alisson y yo intercambiamos miradas y miramos otra vez a Mad, como si estuviéramos a punto de recibir la clave para un tesoro escondido.
—¿Qué pasó? —pregunto con curiosidad.
—Mañana haré una cena y quiero que vengan —nos dice sonriente, como si nos estuviera invitando a la fiesta del año.
—Sabes que nunca faltamos a tus cenas —dice Alisson, y yo afirmo con mi cabeza, como si fuera un acuerdo sellado con la realeza.
—Esta es más emocionante —afirma mientras nos mira pícaramente, como si tuviera un as bajo la manga.
—Ah, ¿sí? En esta zona nunca pasa nada emocionante, Mad —le recuerdo mientras sigo mirando cómo sus ojos brillan, como si estuviera a punto de revelar el secreto de la eterna juventud.
—Créanme, será emocionante; conocerán a mis nietos —la miro con confusión, al igual que Alisson, a diferencia de que Ali reaccionó más rápido y me empujó a un lado para acercarse a Mad, como si fuera una reportera en busca de la gran exclusiva.
—¿Nietos? No nos habías hablado de ellos. ¿Son simpáticos? ¿Besan bien? —La veo lanzar todas esas preguntas a Mad, emocionada como si estuviera en una subasta de citas.
—¿Qué clase de preguntas son esas? —murmuro, mientras pienso en un manual de etiqueta para nietos que definitivamente no incluiría esa sección.
—Bueno, sí tengo nietos —confirma lo dicho—. No les había hablado de ellos porque a ellos no les gusta que hable de ellos. Y no, no sé si besan bien —Mad hace una cara de confusión y a la vez de asco, como si acabara de imaginar un beso con sabor a galleta de pollo.
—¿Son lindos? —Vuelve a lanzar otra pregunta Alisson, y yo la callo con una mirada que podría congelar el sol.
—Ahí estaremos, señora Mad. ¿Cuándo llegan ellos? —interrogo, esperando que no sea en medio de mi maratón de series.
—Llegan hoy en la noche, tal vez, o mañana por la mañana. O quizás el año que viene, si se pierden en el camino —dice Mad, encogiéndose de hombros con una indiferencia que rivaliza con la de un gato.
Un olor a quemado llega a mi nariz y veo a Mad tirar la manguera al césped y salir corriendo mientras nos grita:
—¡Se me quema el postre, chicas! ¡Las veo mañana! —y desaparece en su casa como si fuera una superheroína en una misión de rescate... de un pastel.
—¿Que si besan bien, en serio? —La miro con cara seria, como si acabara de sugerir que el cielo es verde.
—¿Qué? Solo pregunté para saber; quién sabe si me beso con ellos —me responde sonriente, con la lógica de un juego de "verdad o consecuencia".
Al estar en la entrada, veo a mi mejor amiga.
—¿No vas a pasar?
—No, de hecho, iré a arreglar las cosas. Mañana será un gran día —dice, y por un momento me pregunto si planea invadir un país o algo así.
—Está bien —le doy un beso en la mejilla y la veo irse por la esquina de mi casa, como si fuera una espía en una misión secreta.
Por si no lo dije, Allison es mi mejor amiga desde pequeña y vecina. Desde que tengo memoria, siempre hemos estado juntas en todo, incluyendo competencias de eructos y maratones de comer helado.
Cierro la puerta de mi casa y voy a la cocina para preparar un postre para mañana. Desde siempre, en todas las cenas con la señora Mad, el postre suelo llevarlo yo, porque soy la reina indiscutible del chocolate.
Así que tomo todos los materiales y comienzo a hacerla. Al terminar, coloco la mezcla en el horno, ya que haré una torta de chocolate que hará que todos olviden sus nombres.
Empiezo a hacer el chocolate, y al sonar el temporizador, voy y saco el pastel del horno. Cubro todo el pastel de chocolate y lo meto en la nevera, donde seguramente tendrá una fiesta con los vegetales.
Tomo mi celular, que aún estaba en la mesa de la cocina, y subo para darme un baño. Miro la hora en mi reloj y son las 6:30 de la noche. Luego de una larga ducha, voy a mi clóset para buscar qué ponerme y escucho el motor de un auto, así que me asomo por mi ventanal. Es una camioneta negra que se estaciona en la casa de la señora Mad.
Corro y apago las luces para poder ver sin que noten que estoy ahí, pegada, mirando. Luego de un largo rato, veo a tres chicos bajándose de la camioneta. Uno camina hacia la puerta y toca, mientras el otro baja unas cajas del maletero. El otro parece pelearse con algo que está dentro de la camioneta. En esa gran discusión, veo cómo le salen volando sus lentes hacia el piso; él se dobla para recogerlos y veo cómo algo gigante golpea su trasero y lo tira de boca en medio del pavimento de la carretera. Es un perro completamente negro, gigante y gordo, que probablemente piensa que es un gato ágil.
El que estaba en la puerta de la casa vuelve hacia ellos mientras la señora Mad ayuda al otro con las cajas. El más alto niega con la cabeza mientras recoge al chico en el piso y le da sus lentes. Agarra al perro y, mientras lo carga, lo mete en la casa como si fuera un saco de papas revoltosas.
El chico que hace unos minutos estaba en el piso cierra el maletero de la camioneta, pone seguro y entra en la casa y cierra la puerta.
Y nuevamente entra ese silencio tan característico de este lugar, como si todos los grillos se hubieran ido de vacaciones.
Tal vez Alisson tenía razón y sería un gran día; después de todo, conoceremos a personas nuevas y tal vez a un perro que cree ser un acróbata.
Me acuesto en mi cama y vuelvo a IG, pero esta vez voy a búsqueda y pongo el user de Tadeo.
¿No lo había mencionado antes?
Bueno, Tadeo es el chico que me gusta desde kinder. Pero nunca hemos pasado de más de un hola, más que todo por saludo porque somos compañeros desde pequeños.
Miro su última historia donde sale en una fiesta con sus amigos y una chica a su lado. Siento cómo mi corazón se hace pequeñito y, en la oscuridad de mi cuarto, miro el techo.
Hasta estar entre dormida, pero haciéndome la pregunta de siempre:
¿Lograré que él sea mi primer beso? O ¿será el perro acróbata el que se lleve el premio?