Para: Elian Wolf.
Querido hermano. Sé que ha pasado un tiempo desde la última vez que cruzamos palabras, pero tenía que hacer esto antes de despedirme. Ya es muy tarde para mí, pero aún no es tarde para hacer lo correcto. Desde que comprendí a muy temprana edad cuál era la naturaleza de mi alma maldita, supuse qué este día finalmente llegaría.
Dentro de unas horas Licht, Vannesa y yo, lucharemos para evitar la profecía de: "Los tres días de oscuridad". No te voy a mentir, tengo miedo. Tú sabes mejor que nadie la razón de mi malestar, tú sabes más que nadie cuánto miedo me causa la oscuridad.
¿Recuerdas que de pequeño, cuando tu padre me sacó de aquel orfanato, yo no paraba de maldecir mi existencia por ser un "fenómeno"?
Durante aquellos 7 años en el orfanato, la oscuridad siempre me estuvo acechando a donde quiera que fuera. Veía cosas que los otros niños no. Hacía cosas que los otros niños no. Por eso me empezaron a temer y eso me deprimió. No obstante, el destino puso a tu padre en mi camino. Y de eso estoy muy agradecido.
Ese viejo vió algo en mi que no quiso dejar pudriendo en aquel lugar.
Mi sorpresa al enterarme que no era el único humano con un don fue tal que lloré como un niño en cuanto te ví congelando una oveja. Aún recuerdo como me miraste. Supuse que pensaste: "¿Quién es ese bicho raro?".
Tal vez sea algo insignificante, pero para mi fue como ver la luz al final del túnel. Cuando tu padre me adoptó pensé que me devolvería en cuanto viera la maldición con la que he tenido que cargar, de casa en casa, de familia en familia; pero él era diferente.
Nuestro padre me enseñó que eso que yo llamaba maldición, no era más que un regalo del cielo. Eso me hizo sentirme especial. A pesar de la oscura naturaleza de mi don.
Aún recuerdo que tú y yo, desde niños y hasta adolescentes, teníamos una rivalidad qué se hizo más grande con el pasar de los años. ¿Lo recuerdas?
Sobretodo cuando fuimos aceptados en "Paradise Hell", el instituto de hechicería más grande de Europa. En ese lugar conocimos el objetivo principal de cada exorcista, desde exorcizar espíritus malditos, hasta salvar vidas humanas. Y por supuesto, entre tantos adolescentes con deseos oscuros, conocimos los placeres carnales. Hicimos cosas que hoy en día me avergüenzan hasta escribir.
Sin embargo, esos momentos no durarían demasiado. Cuando murieron tres de nuestros amigos en una misión, mi perspectiva cambió. Siempre pensé que los exorcistas éramos mucho más fuertes que las maldiciones, espectros y demonios, a los que estábamos acostumbrados a pelear, pero eso no era más que una simple ilusión de mi parte.
Nuestra generación era muy habilidosa para pelear y usar sus rituales para el bien, pero por otro lado, tuvimos que hacer cosas que hoy en día me siguen atormentando. Desde la traición de nuestros amigos, hasta las vidas que les arrebaté al enfrentarnos a muerte.
Desde ese momento me alejé de todo y de todos. Sin embargo, seguí exorcizando espíritus con el fuego que nacía de mi don. Aquel que todos, incluido tu padre, vanagloriaban como: "El regalo de Dios".
El fénix significa "renacimiento eterno". Ya te lo expliqué una vez, por lo que ya sabrás que es lo que te voy a pedir a continuación.
Si todo sale bien, quiero que vayas a Luxemburgo. Ahí te estará esperando alguien que te necesitará el resto de su vida. Dependerá de ti y tú lo cuidarás con tu vida, pero mi voluntad y espíritu estarán siempre con él. Le heredaré el don del Fénix y tú le enseñarás a cómo controlar semejante ritual.
No sabrá que es el amor de una madre y tampoco el de un padre, pero tú le enseñarás todo eso y más. Lo dejo en tus manos.
Felicidades, vas a ser tío.
Cuida de mi legado. Cuida de mi pobre hijo. Cuida de mi pequeño, Blue.
Adiós, hermano del alma.
At: Jonathan Phoenix.