Violeta comenzó a ponerse como loca. Ni siquiera completamente enojada fue capaz de convocar a su otro yo.
El animal que había en ella había desaparecido.
No podía sentir nada. Era como si nunca hubiera sido una mujer lobo en primer lugar.
Mientras intentaba pensar en lo que podría haber pasado, la puerta de madera se abrió bruscamente y Jack apareció frente a ella.
Violeta había perdido la noción del tiempo, ya que era difícil saber cuánto tiempo había pasado desde que la encerraron en aquella oscura habitación.
No podía ver si había salido el sol o no, así que los minutos pasaban y no podía llevar la cuenta.
Pero Jack se había cambiado de ropa y tenía el pelo mojado, lo que hacía evidente que se había duchado, lo que enfureció aún más a Violeta.
¿Cómo podía dejarla ahí, sin poder ducharse, cambiarse de ropa, ver la luz del sol y, más importante aún, quitarle sus poderes?
—¿Qué demonios me has hecho? —gritó en cuanto se recuperó de esa visión.