María inhaló suave y profundamente. Su garganta se secó instantáneamente.
"No", insistió en silencio y dio un paso atrás.
“Me extrañas…” Su voz ronca le quemó la piel, encendiendo sus entrañas y enviando sensaciones de hormigueo por sus extremidades.
María no podía apartar la mirada.
Se quedó mirando esos labios fuertes e inmediatamente los recordó en sus labios humedecidos. Sus rodillas comenzaron a debilitarse bajo los recuerdos de esas hermosas y electrizantes ondas recorriendo su cuerpo.
La bestia se acercaba cada vez más...
"¡Es tarde!" María retrocedió de nuevo, esta vez más lejos. Su respiración era superficial y pesada.
Ella captó su sonrisa y frunció el ceño con indignación. Él la estaba afectando como una llama a una polilla, y ella lo odiaba.
Después de un largo trago, dio otro paso atrás con una mirada feroz hacia adelante. "Esta es la última vez. No volveré a acercarme a ti”.
"Vas a." Parecía tan seguro que molestó aún más a María.