Miel
Tenía el corazón en la garganta cuando me detuve frente a la nueva casa de los hermanos Lozano. No era enorme como el viñedo, pero aun así parecía que tenía suficiente espacio para ellos. Parecía más moderna que su mansión, con grandes ventanales y un gran garaje.
Había una puerta alrededor del exterior de la casa con el jaguar de Dante estacionado en el camino de entrada. Mientras tanto, yo conducía un sedán destartalado al que le gustaba atascarse el freno de mano, así que estacioné en la calle, emocionado y nervioso al mismo tiempo.
Estuve enviando mensajes a Dante toda la semana e incluso les dio a Enzo y Roman mi nuevo número, así que me sentí muy... feliz. Ya no me sentía tan sola. Y aunque aún no los había visto, me gustaba hablar con ellos por teléfono.