**Miel**
- Diez llamadas perdidas de papá.
No quería hablar con él. Si contestaba, terminaría perdonándolo después de que dijera que no estaba hecha para ser psicóloga criminalista, que era demasiado inocente para ese mundo.
- "Los criminales te devorarán, Honey Brooks-Whitlock", me advirtió, en medio de su cruzada contra el crimen. Creía ciegamente en la prisión como única solución, ignorando que el sistema a menudo falla en rehabilitar.
Hablar con él era como hablar con un muro.
No importaba mi futura licenciatura o maestría; sus ideales eran inamovibles.
- Malditos políticos.
Otro mensaje de mi padre: "Llámame".
Mi respuesta: "No puedo. Tengo planes. Deja de insistir".
Lanzo mi teléfono a la cama, donde rebota sobre el colchón. Natalie, mi distante compañera de cuarto, sugiere salir. Aunque rara vez hablamos, cualquier interacción parece valiosa.
Siempre inmersa en mis estudios de criminología, apenas interactuaba fuera de ellos, marcada por la sobreprotección paterna.
Después de otra discusión con mi padre, ansiaba algo de libertad. Natalie tenía un plan para burlar la restricción de edad en un club, ofreciéndome una identificación falsa. La idea, aunque aterradora, me emocionaba.
- "¿Estás lista?", pregunta Natalie, evaluando mi inadecuado atuendo con una mirada crítica. Termina por escogerme una combinación más atrevida de mi armario, insistiendo en mostrar un poco más de piel.
Me siento expuesta, pero decido confiar en su juicio.
Tomamos un Uber hacia el club, donde nos unimos a Dominique y Katherine. Por primera vez, me siento parte del grupo.
Dentro del club, la atmósfera es abrumadora, pero la excitación supera mi nerviosismo. Me prometo disfrutar de la noche.
Tras el primer chupito de tequila, la incomodidad del alcohol no disuade mi determinación de pasarla bien.
Bailamos. Entre la multitud, capto la mirada de un hombre en la barra. Su presencia me distrae del baile; hay algo en él que me atrae irresistiblemente.
Aproximándome, noto su atractivo más de cerca. Roman, un hombre evidentemente mayor y seguro de sí mismo, me ofrece un trago. Accedo, intrigada por su habilidad para adivinar mis preferencias.
- "Tequila Sunset", sugiere, un cóctel que resulta ser deliciosamente perfecto. Me halaga llamándome por mi nombre como si encajara perfectamente conmigo, un momento de conexión genuina.
Natalie interrumpe, buscando atención, pero Roman solo tiene ojos para mí. Antes de irse, intercambiamos números, dejándome una impresión duradera.
Pese a las continuas notificaciones de mi padre, la noche sigue siendo mía. Bailo, dejando que la música y la promesa de una nueva conexión llenen mi mente.