Punto de vista de Dee
Algo andaba mal con Chase Bradley.
No podía expresar con palabras la extraña desconexión que sentía hacia él, pero sabía que estaba ahí. No estaba en su personalidad ni en sus acciones. Chase era como el Príncipe Azul, casi demasiado agradable y simpático para ser otra cosa que una especie de personaje unidimensional. Es como si tuviera un guión para cada respuesta que una de las mujeres de nuestro grupo le lanzaba, y quienes lo conocían bromeaban sobre cómo estaba “dando respuestas de espía” y cómo debía trabajar para la CIA.