**Mateo
"Está bien", dije, indicando a Lucía que entrara al dormitorio.
Ella no lo hizo.
“¿Lucía?” Pregunté, empezando a ponerme de pie.
Lucía me hizo un gesto para que volviera a bajar. Miró al suelo y se mordió el labio. "Yo... supongo que estoy un poco enojado contigo".
"Está bien", dije de nuevo, sintiendo que mis sienes comenzaban a palpitar. ¿Había alguien que no estuviera enojado conmigo hoy? "¿Cómo puedo ayudar? ¿Necesitas un abrazo?"
Lucía resopló. "Ni siquiera lo intentes".
Sus palabras duelen. Cuando era niña, un abrazo lo habría curado todo. Ahora ni siquiera podía tocarla. "Está bien, no lo haré".
Lucía permaneció en silencio durante mucho tiempo y finalmente dijo: "Supongo que estoy enojada contigo por muchas cosas".
“Entiendo”, respondí. "I-"
"¡Deja de decir eso! ¡Ya te lo dije, no podrías entenderlo! Lucía ladró.