Había elegido la violencia.
Oscuridad.
El camino de la indulgencia.
Mi cuerpo vibraba de poder, la emoción cubría mis huesos. La incertidumbre de mi futuro me atraía. Los arcángeles llegaron hace unos días a la playa, justo en el lugar donde invoqué a Asmodeo, declarándome aliado de él. Un brillante misil de luz que sólo nosotros pudimos ver chocó en la arena.
Asmodeo sabía el camino que seguirían. Primero la playa y el libro diezmado, luego mi apartamento donde las pruebas de mi rabia estaban por toda la acera. Luego a casa de Maxine donde encontrarían evidencia de Asmodeus. La muerte violenta de Bill sólo podría ser producto de la venganza de un demonio.
Por extraño que parezca, no fueron los arcángeles quienes encontraron el club, sino los archidemonios. Los hijos de Lilith. Podía sentirlos a kilómetros de distancia, dándonos tiempo para irnos antes de que llegaran.
No nos quedaba mucho tiempo en Los Ángeles.
Pero aún no había terminado aquí.