"Conozco la lujuria, mascota..."
“Rey de los Demonios… Diablo… Títulos especulativos”.
"Hermanos".
Nuestra conversación dio vueltas una y otra vez en mi cabeza, pero esas declaraciones se quedaron. El sol se asomó bajo el horizonte, sumergiéndose bajo el vasto océano a mi izquierda. Estaba conduciendo a casa, dispuesto a lidiar con mis propios demonios personales, pero temía cada segundo.
"Esto no es lo que realmente parezco..."
Entonces, ¿cómo era realmente? Un deseo profundo, una sed de conocimiento… poder… su poder… cayó sobre mí. De alguna manera fui devuelto a la Iglesia, sentado en los bancos, cruces y vidrieras coloreando el recuerdo.
Nunca me gustó la Iglesia. Un pastor dictando lo que debo o no debo hacer. Lo que debería creer. No me gustó cómo condenaron al ostracismo a mi madre. Llamándola Jezabel y a mí bastardo. Juzgarnos por algo que no fue culpa suya.