Mella
El incesante pitido no paraba. Fue como una pesadilla. Seguí tanteando alrededor, tratando de apagar la maldita cosa. Busqué pero no encontré mi mesa de noche. En cambio, había una fría barra de metal y luego el vacío.
¿Qué demonios?
Abrí los ojos y me di cuenta de que no estaba en mi habitación, ni siquiera en mi propia casa. No, estaba conectado a una máquina en un hospital. ¿Cómo llegué aquí? ¿Estaba muerto?
No, claro, por supuesto que no estaba muerto. No tomaban muertos y los conectaban a máquinas en el hospital. A menos que esto fuera el infierno. Había muchas posibilidades de que fuera el infierno.
"Estás despierto", escuché una voz decir dulcemente.
Si estuviera en el infierno, esta voz ciertamente no estaría aquí. Ella era un ángel. Si estuviera muerta, ésta sería una extraña introducción al cielo.
"Nick", dijo con más firmeza. "¿Puedes oírme?"
Simon. Por supuesto. La suya era la voz más dulce que jamás podría esperar escuchar.
