"¡Ahora me acuerdo! Es de nuestra manada", declaré cuando por fin recuperé la memoria. Señalé los zapatos de cuero. "Pertenecen a uno de los guardaespaldas de mi padre. Sólo trabaja para mi padre".
Me mordí el labio inferior. Aunque no quería creer que mi padre tuviera algo que ver, no podía arriesgarme a ocultar nada porque se trataba de una situación de vida o muerte.
"Estaba afiliado a una banda de delincuentes que iban a ser ejecutados, pero mi padre dijo que quería darles otra oportunidad porque eran jóvenes. Estas personas se convirtieron en los hombres de mi padre. Para expresar su lealtad, se cortaban los pulgares en señal de fidelidad. Mira aquí, a este hombre le falta el pulgar".
Bajé la cabeza avergonzada, escandalizada por el hecho de que las personas que capturaron al novio de mi mejor amiga fueran en realidad los hombres de mi padre.
