Volví a la cama. Di vueltas en la cama sin poder conciliar el sueño. Me senté con las piernas cruzadas y miré el teléfono que brillaba débilmente a mi lado. No pude evitar que mis ojos se desviaran hacia la ventana.
Edmond estaba en esa dirección. Fuera llovía a cántaros, ya debería haberse marchado.
Me molestó un poco descubrir que aún me preocupaba por él, y por el hecho de que me preocupara que se empapara por la lluvia.
No seas tonta, Liana. ¿No sabes que te mintió? ¡Intentaba utilizarte, y es muy probable que sea un asesino!
Me reprendí interiormente, tratando de alejar mis preocupaciones por él. Pero me di cuenta de que era inútil. Sólo conseguía disgustarme aún más.
"¡Ah!"
Cogí una almohada y me la golpeé en el regazo para descargar mi frustración. La golpeé al azar, una y otra vez, hasta que empecé a sentirme mejor.
¡Toc! ¡Toc! ¡Toc!
Cuando oí que llamaban a la puerta, me obligué a sentarme erguido y respondí: "Pase".
