Me desabrochó el sujetador con pericia y vio claramente mis blancos pechos. Luego siguió lamiéndolos.
"Edmond..." Al ser lamido por Edmond, no pude evitar decir su nombre.
Me había quitado toda la ropa. Yo era algo tímida, así que me tapé los ojos con las manos. Sin embargo, me agarró las manos y se las puso en el cuello porque quería que viera esto.
"Quítame la ropa". Su voz era autoritaria y ronca.
Fui como un cordero perdido y caí en la trampa a la que él me había conducido paso a paso. Le aflojé la corbata, le desabroché los botones y le desaté el cinturón...
Pronto, no quedaba ropa en ninguno de los dos. Todo lo que podía ver eran los magníficos músculos de Edmund por todo su cuerpo. Tenía delante de mí sus anchos hombros y su duro pecho. También pude ver sus abdominales y más....