Por la noche, Edmond vino a verme. Parecía muy cansado. Parecía que lo que decía Martin era cierto. Edmond había sido atormentado por mi padre y Hank. ¡Esta era la retribución! Le convencí para que me diera de comer. Forzó una sonrisa, pero cortó pescado para mí. Me negué. No quería que usara tenedor. Quería que me diera de comer con la boca.
Edmond se sintió tan importunado por mí que tuvo que morder rodajas de pescado y llevármelas a la boca. Solté una risita y le besé en los labios. Al verle así, me sentí feliz de repente. Esto era justo. Cuanto más sonreía, más dura se volvía su expresión. Incluso sentí que reprimía su ira.
Me enrosqué en su cuerpo como una serpiente y le rodeé el cuello con los brazos. Me incliné hacia él, le mordí suavemente el labio inferior y le besé los labios. Tenía la lengua rígida. Se apartaba de mí, pero yo no quería dejarle marchar.
