Podía oír a Zander llorar por mí, con la voz quebrada. "¡¿Eva?!"
"Mi bebé", dije. "Algo le pasa a mi bebé".
"¡Stephen! Tenemos que sacarlos a los dos de aquí", ordenó William.
Lo único que sentía era una presión y un dolor que se acumulaban en el bajo vientre ante las afiladas dagas que intentaban atravesarme el vientre.
Las manchas distorsionaban la visión mientras intentaba hacer frente al dolor, pero éste no hacía más que intensificarse a cada segundo que pasaba.
William se transformó en lobo, mucho más alto que yo. Dos pares de brazos me rodearon antes de colocarse en la espalda del gran lobo gris.
"Te tengo, Luna", dijo una voz familiar a mi lado.
Me acordaba de él, o al menos eso creía. "¿Stephen?"
Asintió con la cabeza. "Te tenemos, Luna, ¿de acuerdo? Está lista, William. Agárrate fuerte, Eva. William te conseguirá la ayuda que necesitas".