*Reagan*
Estaba perdiendo la cabeza. Me quedé mirando a la mujer asustada al lado de mi mejor esfuerzo para contener mi lobo pero él quería nada más que tomar su garganta y cortarla.
Me había dicho que tomaba la puta píldora, pero aquí estábamos, dirigiéndonos al hospital humano para extirpar esa abominación de su estómago.
"Reagan, por favor", me suplicó Catherine. "Ten piedad de mi niña. No se lo diré a nadie, lo juro".
"Silencio", gruñí desde el asiento del conductor. Los nudillos se me pusieron blancos y me agarré al volante con todas mis fuerzas. "Tenías que tomar la píldora".
"Lo estaba", murmuró apartando la mirada de mí. "No sé por qué falló".
"No importa", espeté con rabia. "Nuestro pequeño problema desaparecerá pronto".
"Pero quiero a mi bebé". Su voz era tan tranquila como la de un ratón y yo podía saborear proactivamente el miedo que flotaba en el aire procedente de ella.