Dejé a Nicholas y a Lucy solos un rato para ellos, deambulando por los pasillos y dirigiéndome hacia donde sabía que estaba Alexander. Habían pasado unas cuantas horas desde que había estado en aquella habitación, dado que me había quedado dormido en aquella silla. Después de toda la ayuda que les había prestado a todos y de todo el movimiento que había implicado, el tiempo se había masticado considerablemente. Cuando pasé junto a una ventana y abrí la cortina, me di cuenta de que el sol se estaba poniendo.
Unos minutos después, llegué a la habitación de Alexander y llamé a la puerta. "Pasa", dijo el vampiro.
Hice caso, entré en la habitación y miré a mi alrededor, sonriendo ante todos los adornos de tiburones que tanto le gustaban a Alexander. Luego miré hacia él. Por suerte, ya no tenía la piel de un rojo furioso, pues se le había curado bastante desde que estaba con Nick y Lucy.
