Más tarde esa noche, después de que los Alfas y su familia abandonaran el castillo o se retiraran a dormir, Lacey se preparó para hablar con su madre sobre la muerte de Thorn y Lynessa.
—¿Quieres que vaya contigo? —Julien preguntó mientras subían las escaleras.
Lacey negó con la cabeza. —No. Sólo quiero terminar con esto.
Julien la detuvo en lo alto de la escalera y colocó sus manos sobre sus hombros, mirándola a los ojos. —Lacey, no se pudo evitar. Te atacaron. Recuerda eso. —Luego dejó escapar un profundo suspiro—. Si no hubieras luchado contra ellos, te habrían matado. Fue en defensa propia.
Lacey asintió. —Sí, lo sé. Pero eso no lo hace más fácil.
Julien asintió, comprendiendo. —Hazme saber si me necesitas.
Pero entonces ella lo atrajo hacia sí. —Julien, estoy orgulloso de ti esta noche. Eres un maravilloso Alfa Supremo. No solo piensas en tu manada, sino también en toda la Tribu.
Levantó las cejas. —Te refieres a nuestra manada.