Rex caminaba como un animal enjaulado, listo para atacar. Al principio, Julien deseó poder hablar con Rex en su forma de lobo. Pero no podían, ya que ya no eran de la misma manada. Pero estaba bien. Hace mucho tiempo, ya habían dicho todo lo que había que decir. Y no había servido de nada. Esta pelea era inevitable y venía de hace rato.
Julien esperó a que Rex diera el primer paso. Pero había pasado por demasiado, sacrificado demasiado para perder ante Rex. Lo quería todo... poder, dinero, su manada... incluso a su esposa. Y Lacey era lo único a lo que Julien nunca renunciaría. La guerra se ganó y las Garras Salvajes y La Manada de Plata fueron sometidos, pero esta batalla estaba lejos de terminar. Julien sabía que una guerra se había estado librando en Rex durante mucho tiempo y no sería reprimida.
De repente, Rex saltó sobre Julien, pero él se agachó y lo volteó sobre su espalda. Aterrizó con fuerza en las frías escaleras, desmoronándose bajo su peso.