Esa noche, Julien no pudo dormir. Yacía al lado de su encantadora esposa, ahora dormida, sonriendo dulcemente después de su maravillosa velada juntos. Pero no pudo evitar pensar en lo que le había dicho su dulce y feroz esposa. No temía nada más que una cosa, y lo había revelado esta noche: Perderlo.
No podía permitir que eso sucediera... y tampoco podía perderla.
Solo había una cosa que él podía hacer. A Lacey no le gustaría, pero era la única forma de evitarles tanto el dolor como la pena. No podía permitir que nada ni nadie se interpusiera en su relación... incluido su ex.
Con cuidado se deslizó fuera de la cama sin despertarla, se vistió y llevó sus botas al pasillo, queriendo no arriesgarse a despertar a su amada. Porque ella no podía saber. Ella nunca podría saberlo.
Después de ponerse las botas, bajó las escaleras del recinto hasta llegar al primer piso.
—¡Alfa Grey! —Seth dijo, caminando hacia él en el vestíbulo, sus ojos llenos de preocupación—. ¿Está todo bien?