Lacey corrió a la cocina lo más rápido que pudo y el Chef Mastrano estaba allí. Estaba sonriendo cuando la vio por primera vez, pero su sonrisa se desvaneció rápidamente cuando vio la mirada en el rostro de Lacey.
—Reina Alfa... —El chef la guió a una silla cercana. —No te ves bien. ¿Estás bien?
Lacey se sentó y se llevó una mano a la cabeza, tomándose un momento para recuperar el aliento, calmar su corazón y evitar que sus manos temblaran. —Gracias. Lo siento mucho...
—No. No te disculpes —dijo el Chef Mastrano con su fuerte acento italiano—. Tómate un momento para relajarte.
Lacey asintió, tomando el vaso de agua que le ofreció. Tenía la intención de tomar solo un sorbo, pero terminó bebiendo la mitad del vaso. —Chef, ¿has visto a Julien?
Sacudió la cabeza. —No, no lo he hecho. —Entonces se formó una arruga entre sus ojos—. ¿Te gustaría que llevara algo para ti esta noche?