1ª Parte (POV - Elizabeth Blackheart)
Antes de comenzar con esta tragedia a la que los estúpidos optimistas llaman vida, me parece apropiado presentarme, ya que mi educación me impide comenzar cualquier conversación sin hacerlo. Mi nombre es Elizabeth Blackheart, más conocida como «La Gula de Vampiria». Sé que es un apodo extraño, pero es apropiado, puesto que la gula es mi gran pecado.
Así como el feroz apetito de un lobo o la incapacidad de controlarse de un cerdo al comer, mi deseo insaciable por la magia y el conocimiento me arrastraron hacia la perdición.
¿Alguna vez has sentido esa inexplicable necesidad de romper las leyes solo porque es prohibido? ¿Esa excitación al saber que nada ni nadie te va a impedir acceder a algo que deseas con toda tu alma?
¡Pues yo sí! Y es jodidamente gratificante poder burlarse del Dios que dictó las leyes naturales de este mundo.
Pero así como me burlé de Dios, él también se burló de mí, pues me entregó un tesoro: un ser que lleva mi sangre en sus venas y que, al mismo tiempo, siempre estará lejos de mí.
Un ser que, con solo una mirada de sus ojitos carmesí y una suave sonrisa de miel, me hizo darme cuenta de lo verdaderamente importante en esta vida. Y no hablo de cosas tan mundanas como la fama, el dinero o el poder; lo que realmente importa en este mundo es algo a lo que la mayoría de personas pasan por alto: la familia.
Aunque en estos últimos años he vivido una vida que se asemeja al infierno extraído de una mente depravada, sentir su pequeña manita rozando la mía me hace no querer cambiar el pasado.
¡Pero sí el futuro, su futuro!
2ª Parte
—¡Atrápenla! ¡No la dejen escapar! —ordenó el guardia.
—Maldita perra. ¿Cómo se atreve a huir en ese estado? —masculló entre dientes. Hace apenas un par de días que esta chupasangre dio a luz.
—¡El amo Crowley nos aniquilará si no la encontramos! —gritó otro sirviente.
Los gritos de los sirvientes y guardias del palacio resonaban en mis oídos mientras corría con un bebé en brazos por los oscuros pasillos del palacio de un Rey Demonio.
Sé que la vida, tanto la mía como la de mi bebé, penden de un hilo y que cada segundo cuenta. Necesito salir del palacio y saltar la barrera de maná que bloquea cualquier intento de magia en el castillo. Pero solo tengo una oportunidad, no puedo permitirme perder tiempo.
¡Él tiene que sobrevivir! ¡No quiero que se convierta igual que su padre, un detestable monstruo sádico!
Siento el frío mármol bajo mis pies desnudos mientras corro a toda velocidad por un oscuro pasillo. Antes de llegar al final, veo la sombra de un guardia y de inmediato giro a la izquierda, encontrándome con un inmenso salón. Una vez dentro, me escondo bajo una mesa cubierta por un grueso mantel.
Escucho los apresurados pasos de los guardias. Me quedo quieta, conteniendo la respiración mientras pasan cerca de mí. Mi corazón late con mucha fuerza y puedo sentir que el bebé que llevo en mis brazos está haciendo gestos. Con este alboroto, es natural que despierte.
Lo acomodo y pongo su cabecita en mi pecho para calmarlo.
—¿Dónde demonios se fue?! ¡Esto es malo, muy malo! —exclamó un demoníaco guardia, su voz temblorosa por el pánico que lo invadía. —Crowley acabará con mi vida, ¡no debí perderla de vista!
—No llegará lejos, no puede usar su extraña magia aquí —dijo el otro guardia ajustando el agarre de su espada.
De reojo, por el filo del grueso mantel, puedo ver varios ventanales de cristal. Puedo salir por ahí; el problema es que estamos en un tercer piso. Sé que puedo hacerlo, pero tengo miedo de lastimar al bebé por la caída.
Tal vez necesito buscar otra forma más segura.
Los guardias pasan de nuevo cerca de la mesa y el bebé comienza a retorcerse en mi pecho, haciendo un pequeño quejido, pero no, aún no ha despertado.
Cuando los guardias demoníacos optan por salir del salón, justo antes de que el pie del guardia demoníaco cruce por completo el umbral de la puerta, se detienen en seco.
—¿Qué haces? ¿Por qué te detienes?
—Creí escuchar algo… —El guardia demoníaco frunció el ceño y se inclinó ligeramente hacia atrás; sus ojos recorrieron el salón—. Continúa buscando, tenemos que verificar que no haya nadie aquí. No podemos permitir que se vaya y se lleve al hijo del jefe.
—Hazlo rápido —contestó el otro guardia.
Ya no había tiempo. Estos malditos se empeñaron en seguir buscando; tarde o temprano me encontrarían. No puedo permitir que me atrapen; tengo mucho miedo de lo que pueda pasarle a mi bebé.
No importa que no pueda usar mi magia en este lugar. Los vampiros normales no tienen magia. ¡Pelearé con mis uñas y dientes si es necesario!
¡Los acabaré a la antigua!
Me armé de valor, dejé a mi niño en el suelo escondido debajo de la mesa y salí a pelear por su futuro. Y aunque no pueda creer lo que estoy a punto de decir: ¡Protegeré a mi niño como una buena madre!
Me deslicé por las sombras tras los guardias, que registraban cuidadosamente el salón. Al acercarme al primero, mi brazo instintivamente, probablemente por el impulso de proteger a mi hijo, hizo un movimiento inesperado, atravesándole el pecho y haciéndolo caer con un golpe seco sobre el suelo de mármol, dejando un fresco patrón de sangre tras el impacto.
—¡Aquí! ¡Aquí está! —gritó desesperadamente el otro guardia.
El guardia sacó amenazante su espada.
—¡Maldita sea! ¿Qué acabas de hacer? —preguntó con furia reflejada en sus ojos.
Avanzó agresivamente hacia mí, con su espada apuntando hacia mi cabeza, preparándose para un corte descendente. Por mi parte, corrí hacia él y cuando estábamos cara a cara, el guardia lanzó su corte. Logré detenerlo antes de que me impactara con mis dos manos y, con pura fuerza bruta, le rompí el brazo. Luego, acerqué aún más su cuerpo y cuando lo tuve al alcance, mordí su carótida, arrancándole la vida en el proceso.
No es el primero, tampoco será el último pedazo de mierda que intente acabar conmigo. Ya no siento lástima por nadie que intente lastimarme.
Ahora que he matado a estos demonios, los guardias no tendrán piedad, tampoco Crowley. Si él me atrapa, me castigará como la última vez que un guardia perdió la vida ante mí.
¡Me encerró en la sala de juegos y me torturó durante 20 años! Ya no hay vuelta atrás. No importa el daño que me haga, puedo sanar rápidamente, pero no quiero que le ponga un dedo encima a mi bebé.
Si tan solo mi adorado viniera a rescatarme, pero ya han pasado 40 años desde que este maldito demonio me secuestró y me obligó a casarme con él.
Si tan solo pudiera avisar a mi padre, vendría con un ejército de no muertos. Pero no puedo.
Si regreso a casa, mi padre mataría a mi bebé, ya que no tiene la sangre pura de un vampiro.
Es una deshonra para la Casa Blackheart.
En la historia de Vampiria, nunca ha habido un vampiro con sangre de demonio en sus venas. No puedo simplemente escapar y regresar.
Vampiria es un continente olvidado y anclado en el tiempo, donde sus habitantes se aferran mucho a las costumbres de los ancianos de las siete familias. Aunque sé que mi adorado es diferente, estoy segura de que él lo aceptará. Pero no puedo confiar en el resto de la estirpe. Estoy segura de que mi padre lo matará. Es lo más probable, y luego me enviará al purgatorio por ensuciar el apellido Blackheart. Y si por algún extraño motivo lo dejan con vida, sería discriminado, etiquetado como una abominación.
Mi hijo y yo estamos condenados si vamos a Vampiria, eso es seguro. Y si nos quedamos, su padre se encargará de castigarme y convertirá a mi inocente hijo en un monstruo. Y ahora, que está en mis brazos, no estoy preparada para ninguna de esas cosas. Mi único deseo es que viva y tenga una vida tranquila, fuera de todo circo político en Vampiria y fuera de las garras del psicópata de su padre. Solo quiero que sea feliz.
Mientras los cuerpos sin vida de los guardias demoníacos yacían repugnantes a mis pies, un grupo de guardias se acercaba rápidamente.
¡Ya no hay tiempo! ¡Saben dónde estoy!
Tomé una decisión temeraria.
Sin perder un segundo, recogí a mi bebé y corrí hacia los ventanales de cristal. Salté sin evaluar la distancia, sin importarme romper los cristales con mi cuerpo. Sujeté firmemente a mi bebé contra mi pecho; no permitiría que fuera cortado por ningún fragmento de cristal. Caí de rodillas en el suelo, con la otra pierna apoyada para proteger a mi niño del impacto. Una vez que sentí el fresco césped bajo mis pies, salí corriendo despavorida hacia las profundidades del bosque que rodeaba el palacio. Antes de adentrarme por completo en el bosque, miré hacia atrás una última vez para evaluar la situación y ver a qué distancia venían los guardias, pero solo pude distinguir el imponente palacio donde había sido prisionera durante tantos años.
3ª Parte.
Corrí y corrí hasta que mis piernas ardían, y cuando no podía seguir, seguía corriendo. Un solo segundo desperdiciado bastaba para que nos atraparan, así que no podía detenerme, no importaba que el terreno fuera irregular y estuviera cubierto de espinas; nada me iba a detener. Mi hijo merece un futuro fuera de esta prisión, merece tener una vida normal.
Tras mucho tiempo corriendo, no puedo decirte exactamente cuánto, llegó un alivio a mi corazón. Una barrera de un tenue color azul celeste se encontraba ante mí; estoy en los límites de las tierras del Rey Demonio Crowley en el sureste del continente Infernia.
Al pasar la barrera de maná, pude sentir cómo mi cuerpo volvía a ser el mismo de antes; se sentía fuerte y mi maná volvió a recorrer todo mi ser. La obscena cantidad de maná que posee un vampiro restringido de magia casi me hizo enloquecer.
¡Elizabeth Blackheart, La Gula de Vampiria, había vuelto! ¡La única vampira mágica que ha existido y existirá en el mundo!
Los vampiros nacen con una gran cantidad de maná, pero no pueden usar magia. Su cuerpo está ligado a un pacto con el Dios de la Sangre desde el día de su nacimiento. El Dios de la Sangre bendice a todo vampiro de la estirpe con una habilidad vampírica de cualquiera de los tres artes: «Sanguíneo, Oscuridad y Manipulación». Cada vampiro tiene que abrazar esta habilidad y depender de ella como su única arma.
La habilidad con la que nací es del tipo Sanguíneo «Imperium», una habilidad que solo me permite manipular mi sangre. Esta capacidad era considerada prácticamente inútil por mi padre y los ancianos de Vampiria, ya que no era práctica en batalla, carecía de actitudes ofensivas y defensivas. Por eso, los primeros años de mi vida fui tratada peor que basura.
Tras décadas de estudio sobre la magia antigua, descubrí que los primeros magos del mundo contaban con bajas cantidades de maná, lo que los llevó a inventar los «círculos mágicos». Estos círculos transcribían los hechizos en extraños pergaminos conductores de energía. Con el tiempo, los seres vivos nacieron con mayores cantidades de maná, lo que los llevó a olvidarse por completo de los círculos mágicos, ya que su elaboración era muy complicada y el material de los pergaminos, al tener cualidades de conducción mágica, era muy costoso debido a que los recursos eran cada vez más limitados.
Fue entonces cuando descubrí que, utilizando mi habilidad para manipular mi sangre, podría crear esos círculos mágicos. Dado que no hay material más conductor de maná que la sangre, los círculos nunca fallarían. Al completar el círculo, la magia se activaba automáticamente y podía lanzar el hechizo a mi voluntad. Así fue como me convertí en la primera Vampira Mágica.
No quiero extenderme con esta aburrida historia, ya que la situación no es la más oportuna, pero con el tiempo, el ansia y la gula por aprender nuevos tipos de magia me llevaron a romper el tabú de los antiguos magos de la historia: «No robarás la magia especial de otras razas».
En la historia de diferentes continentes del mundo, varias razas habían desarrollado su propia magia especial, magia que solo enseñaban a sus descendientes, ya que un tipo específico de magia era el poder militar de una nación, pues usualmente se usaba para fines bélicos.
Gracias a mi carismática personalidad de entonces y el engaño, pude acceder a la magia de teletransportación de los Demonios y la magia de invocación de los dragones. Simplemente, estallaba en éxtasis al dominar cada magia que, por nacimiento, se me había negado. Conforme iba adquiriendo más tipos de magia, ya no era una simple vampiresa; me empezaron a apodar Elizabeth «La Gula de Vampiria», aunque otros me llamaban «La Ladrona de Magia» o la «Princesa Maldita», de la casa Blackheart.
Mi perdición fue robar la magia de los Demonios, pues me convertí en víctima de una interminable persecución.
Mi cabeza tiene un gran precio y dondequiera que vaya, debo estar alerta. No puedo confiar en nadie.
No quiero seguir perdiendo tiempo en este lugar. Llevo 40 años sin usar ni una pizca de magia, pero como dicen los ancianos: «lo que bien se aprende, nunca se olvida».
Coloco a mi bebé con fuerza sobre mi pecho y con la otra mano extendida comienzo a formar, con mi sangre, un enorme círculo mágico de teletransportación. Aunque no sé exactamente a dónde dirigir mi hechizo, ruego a mi magia que me lleve a un lugar donde mi bebé esté seguro, donde pueda vivir tranquilamente y encuentre todo el amor que yo nunca recibí. El círculo se completó y encima de él se formó una luz en forma de puerta espectral.
Sin ningún titubeo, la atravesé.
4ª Parte (POV - Nicolay Gladius Dei)
Estoy siendo sostenido por los brazos de una hermosa mujer, con cabello negro y ojos carmesí.
¿Qué está pasando? ¿Dónde estoy y por qué me están cargando?
La expresión de soledad en sus ojos es evidente, mientras sus manos sujetan mi cuerpo con firmeza mientras camina.
Dirijo mi mirada hacia el horizonte y me encuentro con un cielo nocturno repleto de estrellas y una majestuosa luna llena. Por alguna razón, pequeñas luces de un verde similar al de las luciérnagas iluminan nuestro camino.
A pesar de mi desconcierto, no puedo apartar la mirada del rostro de la hermosa mujer. Observándola detenidamente, su rostro parece joven, quizás no más de 20 años. Su cabello negro azabache cae en largos mechones, mientras que sus ojos carmesí y sus finas facciones solo me hacen pensar que esta mujer debe ser una princesa. Su piel blanca y la delicada forma de sus labios. Nunca he visto una mujer tan linda.
Intento hablar y lo que sale de mí son apenas indescriptibles balbuceos.
¿Qué está pasando? ¿Es acaso esto un sueño?
Intento levantar mi mano y noto que es pequeña y delicada.
¿Es este un sueño? No, no lo creo. No se siente como un sueño. ¿Quizás este es un recuerdo de cuando era un bebé?
¡No lo sé!
Estiro mi mano y toco aquel bello rostro suave como la porcelana y noto que de los ojos de aquella mujer empiezan a salir lágrimas desconsoladas.
¿Por qué está llorando?
Esto no parece ser uno de mis sueños comunes. Siento que está ocurriendo en realidad. En mis sueños no puedo ver con tanto detalle, pero ahora puedo captar cada detalle, desde la hermosa forma de los labios de esta mujer hasta cada delicado bello de sus pestañas.
De repente, la mujer se detiene a unos cuantos metros de un viejo edificio.
¿Pero qué? ¡Reconozco ese lugar! ¡Es mi hogar! ¡El Orfanato Gladius Dei!
Mi mirada se encuentra con la de la mujer y con voz entrecortada dice:
«Mi pequeño, este es el lugar donde estarás seguro y cuidado. No puedo quedarme contigo. Espero que algún día puedas perdonarme, pero quiero que sepas que te amo más que a nada en este mundo.»
(Besa suavemente mi frente y acaricia mi cara)
«Te llevaré en mi corazón cada día y rezaré para que encuentres amor y felicidad aquí. Estoy segura de que este mundo tiene preparado algo especial para ti. Te convertirás en un buen hombre, vivirás como uno más, sin preocuparte por cosas tan banales como el linaje, el dinero o el poder. Busca lo único que importa en este mundo: busca el amor.»
(La mujer me lleva a su pecho y me abraza con fuerza)
«Mi dulce angelito. Que la vida te brinde todo lo que mereces. Te amo, siempre te amaré. Adiós, mi vida, mi amor, mi pequeño Nicolay.»
(Con un último beso, cálido y lleno de amor, y un pergamino en mis pequeñas manos, se aleja con el corazón destrozado, dejándome solo en la entrada del orfanato. Una pequeña luz verde, como una luciérnaga, se posa en mi frente y gradualmente todo se vuelve oscuro).
Finalmente, desperté… todo había sido un sueño.