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—¿Por qué no lo estás robando ahora? —dijo Su Chengyu.
—Matar por un tesoro no es mi deseo. Ya que el Clan Bei Tang una vez tuvo conflictos contigo y no estás dispuesto a comerciar conmigo, parece que el cielo ha destinado que sea así. No estoy destinada a poseer el Hueso Divino del Dragón Verdadero, así que ¿por qué debería forzar la cuestión? —expresó Bei Tang Qianxiao.
Bei Tang Qianxiao parecía haberse reconciliado con ello en un instante.
Al escuchar sus palabras, la impresión de Su Chengyu sobre Bei Tang Qianxiao mejoró súbitamente.
En toda equidad, si fuera él enfrentando la oportunidad de obtener el Hueso Divino del Dragón Verdadero, que estaba al alcance de la mano, podría no haber tenido la contención para detenerse de intentar arrebatárselo.
A partir de este incidente, Su Chengyu pudo decir que Bei Tang Qianxiao y Bei Tang Qimeng eran en verdad diferentes.
—¿Podría ella realmente ser el número cuatro? —murmuró para sí mismo.