Lin An, aunque había perdido su maná, su fuerza física no había desaparecido, y el agua fría y helada del arroyo no le afectaba mucho.
Su Chengyu, habiendo refinado todas las toxinas y tragado algunas elíxires, había recuperado ochenta por ciento de su maná cuando de repente escuchó el grito de Lin An. Inmediatamente abrió los ojos, agarró la Espada Matadragones y voló hacia el origen del sonido.
—¡Su Chengyu, sálvame!
Su Chengyu llegó al borde de la piscina y vio a Lin An, completamente desnuda, enrollada por una serpiente que estaba abriendo su boca de par en par, lista para tragársela entera.
—¡Bestia maligna! ¡Rogando por la muerte!
Su Chengyu saltó hacia adelante y de un solo tajo de su espada, decapitó a la serpiente.
La serpiente era meramente una bestia menor en el reino del cultivo, y Su Chengyu la mató fácilmente.