Mao Taixi estaba furioso, pateó a Shen Junrou haciéndola alejarse. Sin embargo, controló su fuerza, su patada no mató a Shen Junrou.
Shen Junrou rodó por el suelo varias veces, sintió un dolor indescriptible en su abdomen, como si le hubieran pateado las entrañas. Su rostro se retorció en una mueca de dolor, pero no suplicó misericordia y no retrocedió, prefiriendo morir antes que hablar.
—¡Qué perra tan terca! ¿Piensas que no te mataré solo porque te niegas a hablar? —exclamó Mao Taixi.
En ese momento, Shen Junrou dijo:
—Tío, ella es solo una perra obstinada. Sabe que va a morir y se niega a hablar. Es una pérdida de tiempo tratar con ella. Con la tecnología de hoy en día, no es difícil averiguar quién es el asesino. ¡Y creo que ese bruto probablemente ya huyó hace tiempo! ¿Crees que arriesgaría su vida por este monstruo feo y lucharía contra nuestras familias? Creo que deberíamos matarla.
Al oír esto, Mao Taixi lo encontró razonable. Se giró hacia Shen Yongji a su lado y dijo:
