—Si no hubiera matado a tu discípulo, ¿no habrías atacado? —preguntó Su Chengyu.
—¡No! Tomé el dinero de alguien para ayudarlo. Ya sea que hayas matado a mi discípulo o no, hoy tienes que morir —Zhao Chong dijo con una mirada gélida.
—Entonces, ¿por qué sigues preguntando? Un palo torcido tendrá una sombra torcida. Eres exactamente igual que tu desvergonzado discípulo. ¡No te importa la ética marcial!
Su Chengyu escupió con desdén. La expresión de Zhao Chong era tan tranquila como un pozo antiguo mientras decía:
—Parece que Pojin realmente murió a tus manos. Bueno, ya que mataste a mi discípulo, es justo y apropiado que yo te mate.
—¡Entonces hagámoslo!
En este punto, Su Chengyu entendió que esta batalla era inevitable. Sin embargo, no esperaba que llegara tan rápidamente.
Zhao Chong pisoteó el suelo y se lanzó como un tigre feroz. Era agresivo y su puño de hierro se acercaba sin movimientos vistosos, pero Su Chengyu no se atrevía a bajar la guardia.